foto: Alejandro MeléndezLAS NUEVAS FAMILIAS
Jorge Meléndez Preciado
El más grande pecado es la ignorancia, sobre todo en el siglo de la información. Por eso resulta imprudente, cuando menos, decir que “el estado debe tutelar (a) la familia”, como afirmó Felipe Calderón en una reunión católica multitudinaria.
Quizás el michoacano no vio jamás la película de Juan Bustillo, “Cuando los hijos se van” (1941), en la cual se planteaba el cambio en las relaciones familiares. El padre y la madre terminaban solos y quejándose por sus arcaicas enseñanzas. Y cuando repentinamente volvían los vástagos, eran otros, con nuevos sueños, ilusiones, formas de concebir la autoridad, posibilidades de transitar libremente. En síntesis, la urbe trajo los tan ansiados ciudadanos que ya no aceptaban ciegamente las arbitrariedades de la iglesia y/o los viejos.
Peor resultó la visión de la jerarquía católica que fustigó “la cultura posmoderna del individualismo”. ¿Qué no acaso los papas, sin excepción, han bendecido a los dirigentes mundiales que concibieron y sustentaron el capitalismo y el neoliberalismo? Algo que han estudiado teóricos diferentes para hacernos entender que, a pesar de nuestros esfuerzos- laicos o religiosos- hay una nueva familia, donde los retoños tienen mayores libertades en todos los órdenes.
Frente a las libertades presentes, se quiere abogar por añejas prácticas. Lejos de ello, se debería alentar por ampliar las nuevas relaciones sociales en base a propuestas de colaboración sin jerarquías que opriman al disidente, al otro, al que no sigue nuestros patrones de conducta.
La iglesia- y Calderón con su aval- desean retrotraer la historia en lugar de buscar nuevos caminos. Algo insensato. Donde por cierto el laicismo, ese sí de avanzada, se vulnera mediante la edificación de nacimientos en Los Pinos y de apoyos a personajes muy cuestionados: algunos obispos mexicanos enriquecidos o acusados de pederastia.
jamelendez44@gmail.com
Jorge Meléndez Preciado
El más grande pecado es la ignorancia, sobre todo en el siglo de la información. Por eso resulta imprudente, cuando menos, decir que “el estado debe tutelar (a) la familia”, como afirmó Felipe Calderón en una reunión católica multitudinaria.
Quizás el michoacano no vio jamás la película de Juan Bustillo, “Cuando los hijos se van” (1941), en la cual se planteaba el cambio en las relaciones familiares. El padre y la madre terminaban solos y quejándose por sus arcaicas enseñanzas. Y cuando repentinamente volvían los vástagos, eran otros, con nuevos sueños, ilusiones, formas de concebir la autoridad, posibilidades de transitar libremente. En síntesis, la urbe trajo los tan ansiados ciudadanos que ya no aceptaban ciegamente las arbitrariedades de la iglesia y/o los viejos.
Peor resultó la visión de la jerarquía católica que fustigó “la cultura posmoderna del individualismo”. ¿Qué no acaso los papas, sin excepción, han bendecido a los dirigentes mundiales que concibieron y sustentaron el capitalismo y el neoliberalismo? Algo que han estudiado teóricos diferentes para hacernos entender que, a pesar de nuestros esfuerzos- laicos o religiosos- hay una nueva familia, donde los retoños tienen mayores libertades en todos los órdenes.
Frente a las libertades presentes, se quiere abogar por añejas prácticas. Lejos de ello, se debería alentar por ampliar las nuevas relaciones sociales en base a propuestas de colaboración sin jerarquías que opriman al disidente, al otro, al que no sigue nuestros patrones de conducta.
La iglesia- y Calderón con su aval- desean retrotraer la historia en lugar de buscar nuevos caminos. Algo insensato. Donde por cierto el laicismo, ese sí de avanzada, se vulnera mediante la edificación de nacimientos en Los Pinos y de apoyos a personajes muy cuestionados: algunos obispos mexicanos enriquecidos o acusados de pederastia.
jamelendez44@gmail.com
